El magnifico diario El país, nuevamente en su página
OPINIÓN, edita un interesante y acertado
artículo. El cual adjuntamos en nuestro elblogdefcosvi, por entender que puede ser del
interés de nuestros lectores.
Nota:
Puedo entender, aunque no comparto, la idea del secretario general del PSC, el señor; Miquel Iceta.
Interpreto, que para el señor Miquel Iceta, la vía canadiense, podría ser
una salida, ante la casi seguridad que de existir la reforma constitucional,
una vez efectuada y puesta a disposición de la ciudadanía para su
correspondiente aprobación, está tiene
muchas posibilidades de no ser mayoritariamente refrendada en Catalunya . Ni aunque ésta, por
consenso, tuviera carácter federal.
El señor Miquel Iceta, con
ello intentaría satisfacer a la mayoría de la sociedad catalana que está por
realizar un referéndum.
Pero…. hasta cuando!. Cuando
los partidos políticos catalanes serán capaces de desprenderse de sus complejos
e inseguridades ideológicas y de presentar proyectos políticos y de país,
propios y hasta de más valor, por realizables, que los de los nacionalistas,
soberanistas y hoy independentistas, que lo único que ha hecho y de sobresaliente,
es desarrollar la fábula del “asno y la
zanahoria”, y a su vez emponzoñarlo prácticamente
todo?
Lo que democráticamente toca, es denunciar la enorme y extendida arbitrariedad, que por lo cual, se ha influido de forma mayoritaria a la sociedad catalana. Hasta el punto, que interpreto que el propio
secretario general del PSC, cree posible la necesidad de un plan B; una fórmula que sirvió a un País, como Canadá, un país con una idiosincrasia política, social y democrática
totalmente distinta a la catalana. ¿Y
todo para satisfacer a una mayoría ciudadana previamente imbuida ?. ¡Por
favor, no más facilidades!, lo que
toca es democratizar la política catalana, a la ciudadanía, y con ello el País.
Francesc Costa
Vía
canadiense
El
País
OPINION
05/07/2016
El PSC acierta en la
reforma de la Constitución, no en la idea del referéndum
El
socialismo catalán ha reabierto el debate sobre el futuro de Cataluña de manera al mismo tiempo
sugestiva y algo atropellada al someter a su próximo congreso la cuestión de la
posible necesidad de un referéndum
sobre el futuro de Cataluña.
Intenta
responder así a la continuidad de esa reivindicación en la sociedad catalana,
mayoritaria; a la competencia que desde las filas de En Comú-Podemos se le plantea,
al haber absorbido estas su antigua querencia por una consulta “legal y
pactada”; y a los ninguneos de algunos barones centralistas del PSOE que pusieron sordina a la
propuesta de Pedro Sánchez de un
“pacto bilateral con Cataluña”,
escasos minutos después de ser formulada.
La
conveniencia de dar respuesta a esa triple interrogación está fuera de duda, y
más para un partido que pretenda recuperar un papel central en la política
catalana tras el retroceso visto en las últimas convocatorias electorales.
Acierta su primer secretario, Miquel
Iceta, cuando recuerda que la sucesión de fiascos secesionistas no ha
evitado que casi la mitad de los votantes catalanes sigan apoyando a partidos
independentistas. Una alerta pertinente cuando las alternativas ofrecidas, como
la reforma constitucional, no han logrado todavía resituar el debate de la
cuestión catalana.
Ahora
bien, una cosa es la actitud con que se abordan los problemas y otra las
fórmulas concretas que se proponen. La idea de utilizar la “vía canadiense”
para el caso de Cataluña significa
que en caso de fracasar la reforma constitucional entre el electorado catalán,
porque la rechazasen más votantes de los que la asumiesen, debería celebrarse
directamente un referéndum sobre la independencia.
El
PSC utiliza el referente del Tribunal Supremo canadiense sobre el caso de Quebec,
que le negó el derecho a la autodeterminación pero encajó la votación como un
imperativo democrático ante una demanda mayoritaria y sostenida en el tiempo,
un argumento que el Constitucional
español también ha apuntado en su resolución sobre la fallida declaración por
la soberanía de Cataluña.
Canadá ofrece un precedente de interés
jurídico-académico. Pero tiene escaso sentido invocarlo con anterioridad al
propio desarrollo de la reforma constitucional. Lanzar previsiones sobre la
alternativa mejor tras su eventual fracaso revela poca convicción sobre la
viabilidad del objetivo de la propia reforma. Incluso puede hacerla descarrilar
al incentivar a algunos actores a desentenderse del éxito de la reforma. Esa
elemental prudencia debería aconsejar al PSC
reformular el planteamiento realizado sobre la “vía canadiense” para encontrar
una “vía catalana” más acorde con nuestra realidad.
No
sabemos todavía si una reforma en sentido federal de la Constitución será suficiente para canalizar los deseos y tensiones
de una sociedad como la catalana. Mucho depende de sus contenidos concretos,
incluyendo las cuestiones fiscales, de los pactos que se tejan para llegar a
ella y de cómo presenten los firmantes un eventual pacto ante la ciudadanía.
Mejor debatir sobre contenidos que sobre nuevas subastas formales de
referendos, precisamente ahora que el de Reino
Unido acaba de mostrar sus brutales insuficiencias.