Huelguistas, 29 de noviembre, queriendo entrar en el Parlament de Catalunya. Foto de Marta Pérez
Cataluña: el coste de ignorar los problemas reales
El Mundo
Editorial
a 29/11/2018
"A veces nos distraemos con
cuestiones que no son las esenciales. Que si 85 días de lista de espera, que si
tendrían que ser 82...". Las impresentables palabras de Eduard Pujol,
portavoz parlamentario del partido de Puigdemont y Torra, a cuenta de la huelga
de médicos de atención primaria reflejan el ninguneo al que el independentismo
ha sometido los problemas reales de los ciudadanos de Cataluña. La farsa del
procés ha devenido en un lamentable espectáculo que no solo ha desafiado la
unidad territorial, sino que ha enterrado la preocupación institucional por la
calidad en la prestación de los servicios públicos. Esta anomalía empieza a
ofrecer visos de cambio. Las movilizaciones de distintos colectivos sociales
-desde la huelga médicos hasta los bomberos, pasando por los estudiantes- ha
emergido con tal virulencia que ayer se registraron incidentes a las puertas
del Parlament. La coacción nunca es un instrumento de protesta aceptable, pero
buena parte de responsabilidad en lo ocurrido se debe a los mismos políticos
que, cuando les conviene, agitan la calle como ariete de su torpe, asilvestrada
y tóxica estrategia.
La especialidad del secesionismo
es esconder las miserias de su tarea de gobierno atizando el victimismo y
culpando al Estado de todas las calamidades resultantes de su pésima gestión.
El cinismo alcanza desde hace años niveles delirantes, pero tuvo su primer
punto de inflexión en la dura senda de ajustes iniciada por Artur Mas. Desde
entonces Cataluña ha recortado un 27% el gasto sanitario, en contraste con el
9% de media del resto de las comunidades. A ello se suma la precariedad laboral
de bomberos y docentes interinos, así como el incremento disparatado de las
tasas universitarias.
Nada de eso ha conducido al
secesionismo a dejar de dilapidar tanta energía política en un proyecto ilegal
como es la segregación. Que aún hoy, después de conocer los daños económicos y
sociales del proceso soberanista, los adláteres de Puigdemont y Junqueras
insistan en la autodeterminación como bálsamo de Fierabrás da la medida exacta
de su impúdica catadura moral. Pero siendo esto lacerante, aún lo es más la
servidumbre de Sánchez prometiendo más recursos al títere de Torra, no para
mejorar el sistema sanitario sino para seguir alimentando la discordia. Por no
hablar del papel de tonto útil que está dispuesto a representar Podemos, que ya
se ha abierto a aprobar las cuentas del Govern para 2019 y apuntalar la mayoría
soberanista. Precisamente, la Generalitat acumula ocho prórrogas
presupuestarias. Es la constatación del fracaso y la mentira de los timoneles
del independentismo, cuya falta de escrúpulos los ha llevado siempre a relegar
los servicios públicos y la estabilidad económica como meros apéndices de su
obsesión separatista.