Milagros Pérez Oliva, natural de Huesca, de la Franja del ponent,
con sus hermosos naturales parajes, concretamente de Benasque.
Profesora de Análisis de la actualidad en la Pompeu Fabra de Barcelona y Periodista.
Premiada con el premio nacional de Periodismo.
Actividad que desarrolla en el prestigioso diario El País, como a su vez participa en una determinada mesa de debate,
la cual sin duda con su intervención enriquece la misma, dada su siempre
interesante y equilibrada opinión.
Hoy
El País, adjunta un artículo de
opinión firmado por la sobresaliente periodista, el cual por considerar
interesante lo adjuntamos en nuestro blog.
La
fuga continúa
Mas
cede y el proceso continúa, pero la negociación ha dañado gravemente la
credibilidad de sus protagonistas
MILAGROS
PÉREZ OLIVA
09-01-2016
El
País
Artur Mas ha tirado por fin la toalla. En
cuestión de horas, la situación en Cataluña
ha dado un nuevo vuelco: de prepararse para la convocatoria de unas nuevas
elecciones, a la investidura de un nuevo presidente cuya candidatura nunca
había sido siquiera considerada. Tal como acabó la reunión del viernes entre Junts
pel Sí y la CUP, este
artículo debería haberse titulado: El final de una ilusión, en los dos
sentidos del término. El final de una pretensión ilusa, por irreal la de pensar
que se podía proclamar la independencia de
forma unilateral y el final de los anhelos de mucha gente que cree de corazón
que no hay otra salida que desconectar de España.
Pero en el último minuto la situación ha cambiado y ahora nos encontramos ante
un nuevo acelerón en la fuga hacia adelante en que se ha convertido "el
proceso" en el último año. Una vez más, cuando ya todos lo daban
por desahuciado, como el ave Fénix, el proceso resurge de nuevo y de nuevo se
abren todas las incertidumbres sobre el efecto que pueda tener en la política
española.
Pero
aunque haya acuerdo y se forme un nuevo gobierno y la nueva mayoría
parlamentaria esté en condiciones de proseguir con la hoja de ruta soberanista,
ya nada será igual. Estos tres meses de negociaciones agónicas y propuestas
estrafalarias han dañado de forma irreparable no solo la imagen exterior de Cataluña en la esfera internacional
sino la propia percepción del soberanismo y de sus principales protagonistas.
Por mucho que traten de engañarse, no pueden sentirse satisfechos. Han jugado
con las instituciones catalanas como si fueran cromos de una colección
devaluada, han hecho o aceptado propuestas tan estrambóticas que incluso los
más proclives al acuerdo se llevaban las manos a la cabeza. Tal como se
negociaba, cualquier cosa podía suceder. Al final, Mas ha cedido, pero se cobra un alto precio: asegurarse la mayoría
que Junts
pel Sí no logró en las urnas mediante un movimiento de transfuguismo
pactado y desmontar la capacidad de la CUP
de condicionar la próxima legislatura. La CUP
ha logrado imponer su condición, pero a costa de la voladura de su grupo
parlamentario y quién sabe si también de su propia autoinmolación como actor
político relevante.
Quienes
sufrían por la pérdida de ilusiones colectivas que suponía no llegar a un
acuerdo tampoco pueden estar del todo satisfechos. El proceso continúa, sí,
pero muy tocado. Con un liderazgo disminuido y la autoestima por los suelos. En
realidad, todos saben que ha habido más cálculo que idealismo en la decisión
final. Que ha sido la fuerza de la realidad la que ha llevado a Mas a ceder. Si algo ha demostrado a lo
largo de su azarosa carrera política es que sabe hacer de la necesidad virtud y
esta vez no ha sido diferente. Mas
sabía que de convocarse nuevas elecciones, tanto él como Convergència afrontaban un panorama mucho peor que el de apearse de
la presidencia a cambio de asegurarse una mayoría parlamentaria. La perspectiva
de reeditar la candidatura de Junts pel Sí era prácticamente nula.
Esquerra tenía la oportunidad de
consumar el sorpasso, tomar la dirección efectiva del proceso y hacerse con
buena parte del electorado convergente. Con la losa de la corrupción a cuestas
y el coste de las políticas antisociales, era más que probable que las nuevas
elecciones autonómicas ahondaran la debacle electoral que ya sufrió el 20-D. Sin acuerdo, Mas y Convergència
cabalgaban hacia un final agónico. Con acuerdo, lo que ganan es tiempo para
reaccionar, recomponer fuerzas y tratar de refundar el partido conservando los
resortes del poder.
Pero
en los centros neurálgicos del poder económico y en gran parte de los círculos
intelectuales y académicos, la negociación ha dejado un mal sabor de boca. Ha
provocado inquietud y desconfianza sobre la solvencia de quienes en estos
momentos ejercen el liderazgo político en Cataluña.
Ahora, es de suponer que la cuerda de las relaciones con España se tense de nuevo en un momento especialmente delicado de la
política española.