Francesc de Carreras, (Barcelona) Jurista, y articulista, colaborador en diversos diarios, como El País, entre otros, así como también en diversas revistas científicas. Catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Autónoma de Barcelona.Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas .
Francesc de Carreras, escribe para el prestigioso diario El País un interesante artículo de opinión, el cual por entender que puede ser de interés de nuestros seguidores lo insertamos en elblogdefcosvi .
Francesc de Carreras
¿Hay que salvar al
catalanismo?
Pujol emprendió la vía de lo que se
ha llamado “la construcción nacional”, que tenía el significado de que solo se
aceptaba el marco constitucional y estatutario como primer paso para crear una
nación identitaria. Y así poder reclamar un Estado propio
Por: Francesc de Carreras
18/ 08/2018
En las últimas semanas ha resurgido una polémica sobre si el
catalanismo está en peligro. Los que advierten de este peligro alegan
básicamente dos razones para justificar su alarma.
Por un lado, el independentismo está fagocitando al
catalanismo por haber situado su programa máximo, la separación de España, como
el único legítimo en este momento histórico. Por otro lado, como reacción a
esta posición extrema, se ha generado, dicen, una poderosa corriente de
nacionalismo español al que se suele denominar constitucionalismo, unionismo o,
simplemente, españolismo, de carácter genuinamente anticatalanista.
En este fuego cruzado entre dos extremos, sostienen estas
voces, se debe evitar que desaparezca el catalanismo, única ideología
transversal con capacidad de unir a los catalanes. ¡Salvar al catalanismo!, es
el lema, el môt d’ordre ( consigna) escogido. Algunos grupos se han afanado a escribir
manifiestos y prestigiosos políticos o intelectuales han publicado con esta
finalidad escritos en la prensa. A mi modo de ver, estos temores son infundados
porque se basan en falsas percepciones.
En primer lugar, en lo que atañe a muchos catalanes
contabilizados como independentistas, creo que es inexacto considerarles como
tales por el mero hecho de haber votado en estos años al PDeCAT o, incluso, a
ERC. Muchos entre ellos creen que la independencia de Cataluña no es viable ni
conveniente, pero han dado su voto a estos partidos simplemente para reforzar la
posición de la Generalitat en una negociación con el Estado en materias tales
como financiación, inversiones en infraestructuras públicas o traspaso de más
competencias. Por tanto, no creo que todos aquellos que votan a partidos
independentistas son partidarios de separarse de España y, menos aún, de la UE,
que sería su consecuencia inmediata.
En segundo lugar, que los constitucionalistas o unionistas
sean rancios españolistas, recalcitrantes nacionalistas españoles, partidarios
de eliminar las autonomías para volver al centralismo, es todavía mucho menos
cierto que lo anterior. Tras cuarenta años de autonomía catalana ninguna
formación política se ha mostrado contraria a la autonomía tal como está
configurada en la Constitución y en el buen Estatuto de 1979. Ninguna. Al
contrario, todos los partidos catalanes son defensores de la España de las
autonomías.
No creo que todos los
que votan a partidos independentistas quieran separarse de España
Considerar que lo más adecuado y respetuoso con el pluralismo
es el bilingüismo en la escuela y en las instituciones de la Generalitat; que
la bandera catalana no es la estelada sino la oficial de las cuatro barras y
que en los edificios oficiales debe estar situada al lado de la española; que
lo mejor para los catalanes es permanecer unidos al resto de España y la
separación es perjudicial; así como tantas otras discrepancias con la
corrección política que ha ido imponiendo el nacionalismo catalán a lo largo de
cuarenta años, no es nacionalismo español sino que es, precisamente,
constitucionalismo, unionismo, autonomismo y, por qué no, también catalanismo.
Precisamente creo que el error de quienes temen que el
catalanismo está en peligro es que atribuyen a este término el sentido que le
dio Jordi Pujol a partir de 1980 cuando inició su largo mandato al frente de la
Generalitat: catalanismo equivale a nacionalismo catalán. Ciertamente, era uno
de sus posibles significados. Pero había otro que es el que suscitó el amplio
consenso plasmado en la Constitución y el Estatuto de 1979 y supuso entonces, a
mi modo de ver, el triunfo del catalanismo histórico entendido como ideología
transversal: Cataluña era una nacionalidad dentro de España que debía estar
dotada de un poder político autonómico con amplias competencias, la lengua
catalana debía ser oficial al mismo nivel que el castellano y la Generalitat
debía tener la competencia exclusiva en materia de cultura para proteger y
desarrollar eficazmente su patrimonio. Todo esto se recoge en el Estatuto de
1979 al amparo del marco constitucional y, a partir de este momento, había que
activar estos instrumentos jurídicos e institucionales al servicio de todos los
ciudadanos catalanes.
No se hizo así. Pujol emprendió la vía de lo que se ha llamado,
a imitación de la terminología utilizada en ciencias sociales para los países
tribales recién descolonizados, “la construcción nacional”, national building.
Esta construcción nacional tenía, entre otros significados, que solo se
aceptaba el marco constitucional y estatutario como primer paso para crear una
nación identitaria y así poder reclamar, cumplido este objetivo, de acuerdo con
el principio de las nacionalidades y cuando se estimara posible y conveniente,
un Estado propio separado de España. En septiembre de 2012 se consideró que
había llegado este momento y se inició la vía independentista.
La solución pasa por el
entendimiento y la unidad de las fuerzas políticas constitucionalistas
El error que quizás cometen quienes temen por la desaparición
del catalanismo es confundirlo con el nacionalismo pujolista y no entender que
sus ejes básicos fueron aceptados por todos los españoles al votar la
Constitución y aplicar los principios de la misma al Estatuto de 1979. Con
estos instrumentos jurídicos había que “gobernar” la Cataluña realmente
existente en lugar de pretender “construir” una nueva nación identitaria.
Pero el pujolismo dedicó sus energías a esto segundo, tal
como prueba el documento denominado La estrategia de la recatalanización, publicado
íntegramente en El Periódico de Cataluña el 28 de octubre de 1990 y que se
encuentra fácilmente mediante Google. Todas las propuestas de esta estrategia
se han ido cumpliendo, lo cual demuestra su autenticidad. Es difícil entender
lo que está sucediendo en Cataluña durante los últimos años sin leerlo con
detenimiento. Es el programa nacionalista para construir una nación, no el
programa catalanista transversal que permiten la Constitución y el Estatuto.
Si hay que preservar al catalanismo de algún enemigo, este no
es solo el independentismo sino también su base ideológica, es decir, el
nacionalismo pujolista que duró durante 23 años en el Gobierno de la
Generalitat, después fue continuado por los gobiernos tripartitos y desembocó
en los gobiernos presididos por Mas, Puigdemont y Torra. No hay, por tanto, en
Cataluña tres vías (la independentista, la españolista y una tercera que se
reclama de un catalanismo no independentista) sino solo dos, la
nacionalista/independentista (que gobierna la Generalitat desde el pujolismo
hasta hoy) y la catalanista/autonomista, todavía inédita.
La solución a la actual ruptura interna de Cataluña no pasa
por establecer pactos entre el actual Gobierno de la Generalitat y el Gobierno
del Estado sino, primero, por el entendimiento y unidad de las fuerzas
políticas constitucionalistas, es decir, catalanistas/autonomistas, y, segundo,
que estas fuerzas ganen las elecciones para desarrollar todo el potencial que
encierra el marco constitucional de la España de las autonomías. No hay que
salvar al catalanismo, simplemente debe empezar a gobernar.