Adrian Mac Liman, periodista, escritor, corresponsal de diversos e importantes diarios internacionales, publica en su blog; Ventana al Mundo, otro magnifico artículo en el cual escribe sobre la victoria de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos.
Adrian Mac Liman
Me llamo Trump, Donald Trump
por: Adrian Mac Liman
Ventana al Mundo
a 12/11/2016
Veamos. El magnate Donald Trump,
extraño e impredecible multimillonario, se alzó con la victoria en las
elecciones presidenciales celebradas esta semana en los Estados Unidos. Algo
realmente inimaginable, por no decir, poco deseable o deseado. ¡Una sorpresa!
Para el que esto escribe, no se
trata de una sorpresa. Conociendo la supina ignorancia del ciudadano
norteamericano en los asuntos de estado, sus tendencias aislacionistas, su
justificado (o no) egoísmo a la hora de abordar los candentes asuntos mundiales,
la victoria de Trump parecía más bien predecible. Y ello, por distintas
razones, empezando por la campaña de la candidata demócrata; Hillary Clinton,
llevada con la habitual arrogancia de la ex primera dama, quien no intentó
ajustarse a las exigencias de quienes reclamaban respuestas sinceras,
argumentos creíbles, promesas de cambio. Obviamente, Hillary no les convenció.
Sucedió, pues, algo chocante para una opinión pública drogada por el lavado de
cerebro de los grandes medios de comunicación, hipnotizada por el discurso
buenista de la Hillary – Jano. La mujer con múltiples caras perdió la apuesta.
Esperando a Trump, podría titularse
el vodevil que contemplaremos hasta el 20 de enero del año próximo, cuando el
excéntrico potentado tomará posesión de su cargo de Presidente de la nación más
poderosa del planeta Tierra.
En los puntos neurálgicos de la geopolítica,
surgen interrogantes, subsisten dudas. Para algunos estadistas, los mensajes de
Trump resultan inquietantes, cuando no ininteligibles. En la región de Oriente Medio se oyen voces
discordantes. Aunque para la monarquía saudí y sus aliados – Emiratos Árabes,
Qatar, etc. – uno de los objetivos prioritarios sería la revisión e incluso la
abrogación del acuerdo nuclear con Irán, criticado por Trump en reiteradas
ocasiones, lo realmente importante sería neutralizar, véase eliminar el anti
islamismo del Presidente electo de los Estados Unidos, que se había pronunciado
a favor del cierre de las fronteras a los inmigrantes musulmanes. Pese a la rectificación del propio Trump y la
desaparición de los mensajes racistas de la página Internet del candidato a la
Presidencia, los saudíes exigen una retractación pública e inequívoca.
Otra incógnita es la postura del
futuro inquilino de la Casa Blanca frente al conflicto de Siria. Mientras Obama
y la ex Secretaria de Estado, Hillary Clinton, apoyaron directa o
indirectamente a los movimientos de corte islamista que combatían el régimen
del Presidente Assad, el Presidente electo de los Estados Unidos parece más
propenso a aceptar o tolerar la presencia militar rusa en Oriente Medio y el
apoyo del Kremlin al caudillo de Damasco. ¿Acaso ello implica una mayor
colaboración entre Washington y Moscú en la lucha para la eliminación del
terrorismo encarnado por el Estado Islámico?
Los analistas políticos israelíes
acogen con cierta cautela la victoria de Trump. Si bien para los políticos del
Likud y la extrema derecha israelí, el cambio de inquilino en la Casa Blanca
implica el final de las negociaciones llamadas a desembocar en la creación de
un Estado palestino, los politólogos barajan la alternativa de una “neutralidad
activa” de Washington, lo que supondría la aparición de nuevos e indeseados
protagonistas en el escenario del interminable conflicto.
Lo que sí es cierto es que Trump
seguirá la política de su antecesor, Barack Obama, apoyando le incremento de la
ayuda militar norteamericana al Estado judío.
Los israelíes apuestan, asimismo,
por el posible final de las presiones estadounidenses para la reanudación de
las consultas con la Autoridad Nacional Palestina, lo que podría traducirse,
según el ala más conservadora del Likud, en el parte de defunción del Estado
palestino esbozado en los Acuerdos de Oslo.
¿Y Europa? Subsisten las incógnitas
sobre las prioridades del Presidente electo en cuanto a la política de defensa
del Viejo Continente. De hecho, Trump dejó entender que Norteamérica podría
“cerrar” su paraguas protector, abandonando a su suerte a los países del flanco
Este la de Alianza Atlántica – Polonia, Rumanía, Bulgaria y los Estados
bálticos – convertidos en punta de lanza de la ofensiva estratégica de Obama –
Clinton hacia los confines de la antigua URSS. Trump, que desea recomponer las
relaciones con Moscú, afectadas por la política de sanciones llevada a cabo por
Occidente después de la crisis de Ucrania, se pronunció a favor de la retirada
de algunas unidades de la OTAN estacionadas en Europa oriental, así como sobre
la desmilitarización del Mar Negro. En este caso concreto, la ausencia de una
protección estratégica se sumaría a otros quebraderos de cabeza de las jóvenes
democracias de Europa oriental: los efectos del Brexit para sus economías,
debilitadas por la reciente crisis estructural, la llegada masiva de refugiados
e inmigrantes económicos procedentes de Oriente Medio y el amenazador
advenimiento de movimientos populistas. ¿Será el aislacionista Trump un ejemplo
para los ultranacionalistas franceses, holandeses y húngaros? El porvenir nos
lo dirá.
Lo cierto es que los hasta ahora
heraldos de la victoria de Hillary Clinton, reconvertidos a toda prisa en
apologistas del extraño señor Trump, no dudan en hablar de un… Mundo Nuevo,
llamado a acabar con los pilares del Viejo Mundo: la prepotencia, el
autoritarismo y la corrupción.
Bienvenidos al mundo de Donald Trump, camaleones.