miércoles, 2 de diciembre de 2015

¿Pero no querían desconectar?

Enric Company, una vez más ha escrito un buen artículo de opinión para el prestigioso diario El País.  
Por entender que puede ser del interés de nuestros seguidores, dado que retrata  una realidad , adjuntamos dicho artículo en nuestro blog.
Hace referencia a una de tantas situaciones políticas que se están viviendo en nuestro país. Situación política, a cual a nuestro criterio, es toda una enorme vergüenza política y democrática. Que  lamentablemente afecta, a nuestro criterio, sin duda  a la ciudadanía, al País y al mismo prestigio de la política.  Lo puedan así percibir, entender o no. Respetándose, como no podría ser menos, cada opinión.     




¿Pero no querían desconectar?

El recurso a las declaraciones altisonantes que no tienen consecuencias arruina la credibilidad política


por: Enric Company

A 1/12/2015

El País 



El papel lo aguanta todo, ya se sabe, y esta es la razón por la que la ciudadanía ha debido acostumbrarse a tomar gran parte de la retórica política habitual por estos lares como exageraciones o intentos de llamar la atención. Lo aguanta todo el papel y, en la sociedad mediática, también las ondas radiofónicas y las pantallas de televisión, hay que añadir. La desmesura, la inadecuación entre lo que se predica y lo que se practica, entre las promesas y los hechos en que luego se traducen, desgastan la credibilidad de quienes recurren a ella. La arruinan. Es lo que le está ocurriendo a Artur Mas, el presidente de la Generalitat en funciones, aunque no solo a él. La semana pasada, y a propósito de los acuciantes problemas de tesorería que aquejan a su gobierno, Mas denunció, en tono dramático, que la autonomía ya no existe.

Afirmaciones como esta pueden ser tomadas quizá como una queja, como una expresión de victimismo y descontadas como tales. Pero si se recuerda el enorme coste político que ha exigido a lo largo del siglo XX la instauración, pérdida y restauración de la autonomía, es justo preguntarse si se está ante una denuncia basada en una situación real o se está jugando frívolamente con las palabras.

¿Tiene autonomía Cataluña o no la tiene? ¿Ha sido realmente reducida la Generalitat a una mera oficina de pagos de la Administración Central del Estado? ¿Ha sido liquidada por la acción política del Gobierno del PP, como sostiene también estos días el ahora candidato del partido de Mas, y antes consejero de Presidencia, Francesc Homs?

La credibilidad de estas denuncias es alta para una parte de la población catalana, pues no hay duda alguna de que el 39,5% de votos obtenidos por Junts pel Sí en las elecciones del 27 de septiembre expresan una gran sintonía con estas posiciones. Cabe sumarles el 8,2% de votos obtenidos por la CUP y puede que también una parte por lo menos de los que fueron a parar al partido socialista y a la coalición de Catalunya Sí que es Pot.

Pero también cabe por lo menos sospechar que no, que el electorado catalán, o gran parte de él, está también acostumbrado a interpretar este tipo de denuncias grandilocuentes en otra clave. A situarlas en una lógica en la que nunca está claro que los hechos son hechos, las interpretaciones nunca son unívocas, la distancia entre deseo y realidad es siempre una incógnita.

Las últimas semanas han deparado algunos hitos políticos que entran de lleno en esta categoría. Uno de ellos es la resolución del Parlamento catalán del 9 de noviembre por la que, en su punto segundo, declara solemnemente el inicio del proceso de de creación de un Estado catalán independiente en forma de república. En esta misma declaración se afirma también, como depositario de la soberanía y como expresión del poder constituyente, esta Cámara y el proceso de desconexión democrática del Estado español no se supeditarán a las decisiones de las instituciones del Estado español, en particular del Tribunal Constitucional, que considera faltado de legitimidad y de competencia a raíz de la sentencia de junio de 2010 sobre le Estatuto de Autonomía de Cataluña, votado previamente por el pueblo en referéndum, entre otras sentencias.

Han tenido que pasar solo dos semanas, y un recurso del Gobierno de Mariano Rajoy ante el Tribunal Constitucional, para que el propio Parlamento catalán, a través de su mesa, notificara al mismísimo Tribunal Constitucional que aquella grandilocuente decisión de no supeditarse a las instituciones del Estado español es una simple instrucción indicativa pero no una disposición vinculante. Vaya.

Si esta es la realidad de la correlación de fuerzas entre las dos partes de esta confrontación, si basta la presentación de un recurso ante el Tribunal del que se dice pretender la desconexión democrática para que el propio Parlament corra a echar agua al vino ¿puede alguien creer que así es como se creará la república catalana a la que se alude?

Este modo de actuar, tanta afirmación solemne y tanto rectificar frases rimbombantes, solo causan confusión. Aproximadamente como la que ayer mismo provocaba el portavoz de la CUP, Antonio Baños, al decir que la negativa del domingo a apoyar la investidura de Artur Mas para otra legislatura no es definitiva. Que no vale, vaya, que es como la resolución del Parlament sobre la desconexión, que no tiene efecto vinculante. Vaya.